El dolor es un pecado, como cualquier otro pecado, derrota al mal con desprecio. El desprecio mata el dolor, el desprecio convierte el dolor en alegría.
Un hombre cobarde y débil es peligroso amar. Estas personas, creyendo que amarlos no es para nada, creen intuitivamente que amarlos solo pueden ser aquellos que son peores y más débiles que ellos. Este pensamiento despierta en ellos el orgullo y el desprecio por los más bajos. Se vuelven arrogante y agresivo.